miércoles, 28 de agosto de 2013

TACNA Y TARATA .Historias no contadas




EL RENEGADO
Ruperto Juan Villaca Cahuana

Río Chucatamani
Terminó la guerra. Chile ocupó parte de los territorios de las provincias de Tacna y Tarata. El cauce del río Sama fue definido como la nueva línea fronteriza. A finales del siglo XIX y principios del siguiente, a lo largo de la nueva frontera, con mayor preponderancia en el lado peruano, había constante actividad ganadera. Precisamente en la zona interandina, en los pastizales de las planicies, laderas y cerros cercanos al sector Chucatamani, existían rebaños de ganado ovino y caprino que pastaban nómada y libremente, siempre, al cuidado de pastores peruanos.
Un joven peruano, alto y fornido, de nombre Baleriano era un dedicado ovejero en las praderas cercanas al valle de Chucatamani. Un día, el pastor decide cruzar la nueva frontera para hacerse de víveres, caminó hacia el valle, descendió por la ladera hasta llegar al límite, cruzó el río para luego dirigirse al usurpado pueblo de Chucatamani.
Ya en el pueblo, el joven peruano buscó una tienda y la encontró; de pronto escuchó un bullicio, provenía del interior de una bodega, por precaución decidió por el cateo, fue entonces que vio, a través de una rendija, a un grupo de gendarmes chilenos que, recorriendo la nueva frontera, habían llegado hasta el pueblo, allí acampaban para descansar y abusar de los lugareños. Esos gendarmes, con palabras groseras, obligaban a doña Pina, dueña de la tienda:

¡...vieja, inútil! ¿no siente que tenemos hambre? Tiene media hora para preparar comida. —Ordenó el que estaba al mando del grupo.

¡Mi Cabo! –Interrumpió otro gendarme, –aquí hay una garrafa de vino.

Pues, destápala y sirva vino para todos, mientras esperamos la merienda, —ordenó.

¿También, llevo vino para el Sargento? —Preguntó el uniformado de la garrafa—.

No, nuestro jefe se está divirtiendo en el otro ambiente, no hay que molestarlo. —Contestó el Cabo—. Doña Pina, asustada, obedecía a los invasores. No tenía otra opción.

El joven peruano, al enterarse del otro ambiente, también optó por espiarlo; entonces vio que el jefe de los carabineros masacraba a un anciano. El jefe invasor humillaba a don Camilo, un anciano septuagenario, esposo de doña Pina:

¡Indio cochino, arrodíllate!, —gritaba el invasor—. El anciano hacía caso omiso.
¿Sabe quién soy? ¿sabe quién es el "Renegado"? —Preguntó el verdugo—.

No lo sé —contestó el abuelo—.

Yo, soy el Sargento Hurtado, Jefe del Cuerpo de Gendarmería acantonados en Tacna, yo soy pues el Renegado. ¡Ahora conocerás al Renegado! —diciendo esto, de un puntapié, en la parte opuesta de cada rodilla, logró doblegar al veterano.

Viejo terco, nadie desobedece mis órdenes. Nadie se burla del Renegado. ¡Besa mis botas y grita viva Chile!

Don Camilo se negaba y le respondía: ¡Yo no beso las botas de nadie, soy peruano! Seguiré siendo peruano, hasta el final de mi vida.

Los golpes del agresor eran cada vez más fuertes y humillantes .El valiente anciano soportaba el dolor. Y a cada golpe respondía: ¡Yo soy peruano!

El joven Baleriano no soportó ver más los vejámenes del jefe matón, optó por defender al anciano, Ingresó  sin que notaran los efectivos del otro ambiente. Allí, discutió abiertamente con el agresor: 

déjelo, no sea abusivo, ¿por qué maltrata a un anciano indefenso?

¿Quién eres tú? ¿Por dónde llegaste, peruano miserable? ¿Quieres remplazarlo? —Sorprendido desafío el chileno—.

Por supuesto que sí, pero, para ponerme de rodillas y, yo, bese sus botas tendrá que vencerme en una pelea de hombre a hombre, a puño limpio, y sin ayuda. Caso contrario usted besará mis ojotas. —Respondió el peruano, poniendo algunas condiciones.

¡Ja, ja, ja,..! Como tú quieras, peruano miserable… Nadie ha derrotado al Sargento Hurtado, ¡"éntrale" si puedes, pelea de una buena vez! —muy confiado desafiaba con insistencia el chileno—.

Gendarme y ovejero se liaron a golpes. Al final de la pelea, el sargento chileno terminó en el piso, completamente dominado y rendido; es más, el vencedor obligó al chileno en pedir perdón del anciano Camilo, y besar también sus ojotas, logrando fácilmente su objetivo.
Al verse humillado el Renegado rompió el trato verbal con el peruano, a traición  se agarró de un pie del peruano, y gritó: ¡auxilio!

El vencedor se desprendió fácilmente del derrotado, presuroso ayudó rápidamente a reponerse a don Camilo y le susurró  al oído: Abuelito huye, lleve a su esposa, llévala al otro lado del río. Ocúltense en los perales, hasta que se vayan estos chilenos abusivos. —Mientras con su mirada buscaba por dónde desaparecer.

Los subalternos ingresaron en desorden desde el otro ambiente, acudieron al llamado de su jefe. El Renegado se revolcaba en el piso. Molesto evitó ser ayudado por uno de sus subalternos.

Aprovechando la confusión, el joven Baleriano huyó hacia la calle, a la carrera cruzó el bosque de frutales, con dirección al río. Los gendarmes tomaron sus rifles y salieron en busca del peruano: ¡Lo quiero vivo o muerto! —Gritó el Renegado—, mientras recogía del suelo algunos botones de su chaqueta.

El fugitivo se perdió por el río. Con rapidez fabricó una cánula de carrizo y se hundió en las aguas.

Los gendarmes bajaron a todo trote por la ribera; buscaron y rebuscaron por todas partes, pasaron cerca del escondido, afortunadamente, no lo encontraron.
Al verse solo, el valiente peruano salió del río, y a toda carrera emprendió su retirada. subió trotando por el camino que zigzagueaba la ladera. Al verse burlados, los chilenos empezaron a disparar a diestra y siniestra del camino.

Baleriano, el ovejero peruano, con gran habilidad y corriendo en zigzag esquivaba las balas chilenas, hasta que logró alcanzar el horst del valle y perderse hacia el lado peruano. Sano y salvo alcanzó a su rebaño. El pastor, emocionado, subió a la cima de un peñasco; para luego, un poco envalentonado y a todo pulmón, gritar: ¡A mí con renegados! ¡Chileno traicionero y abusivo! No pudieron, ni podrán, atraparme. ¡Viva don Camilo! ¡Viva el Perú!

El peruano desarmó su carpa de pastor nómada. El tiempo presionaba. Alistó sus cosas y partió hacia el norte, arreó su ganado por el sector Sitajara. Se ayudó con los atajos y otros secretos de la naturaleza, avanzó por llanuras, laderas y quebradas, agrestes todos. Dos gendarmes chilenos, encubiertos ingresaron al Perú, estos por varios días lo rastrearon, felizmente, no pudieron atraparlo.

Baleriano, valiente peruano, emigró más al norte, a la cuenca del Callazas. En esa cuenca radicó como agricultor y formó una familia. Después del retorno de Tarata a la heredad nacional, y posteriormente la provincia de Tacna, como un peregrino, cada primero de setiembre, años después cada veintiocho de agosto, con mucha emoción asistía a las ceremonias de reincorporación de Tarata y luego de Tacna al Perú. Todos los años estuvo siempre en primera fila, bien vestido resaltaba su sombrero oscuro. En la PROCESIÓN DE LA BANDERA.con mucho fervor patriótico cantaba el Himno a Tacna, también el himno Nacional. Baleriano murió de viejo. En el cementerio del pueblo de Quilahuani existe un mausoleo familiar y que en la lápida de una tumba se lee: Baleriano Cahuana M. Falleció el 16 de Febrero de 1982.


FIN


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