AGUA, TERRITORIO Y MALOSTRATOS: ESPACIOS DE
CONFLICTO ENTRE AYLLU Y PRINCIPALES. TACNA SIGLO XVIII1
Volumen 31, N° 2,
1999. Páginas 293-305
Chungara, Revista de Antropología Chilena
Viviana Briones Valentin*
Tacna en el siglo XVIII se nos presenta como una realidad
étnica colonial compleja y característica dentro de los Andes coloniales del
sur. Centraremos este artículo en los espacios de conflicto suscitados entre
la comunidad de indios y sus respectivas autoridades éayllus.
tnicas, acentuando el
estudio en la relación comunidad-principal. La percepción comunitaria nos
revela abusos de poder y privilegios, transgresión a la costumbre y al
patrimonio comunitario, todo esto tras la articulación de microespacios de
poder en donde la alianza entre autoridades étnicas e hispanas intentó, a
partir del control de pilares productivos, enriquecerse y olvidar los
espacios propios de las tradiciones y derechos de los
Palabras claves: Tacna, ayllu,
cacicazgo, conflicto, moralidad comunitaria, reciprocidad, siglo XVIII.
In the
south of colonial Andes, in the eighteen century, Tacna was a complex colonial
ethnic reality. Our principal idea in this article is to present the conflict
between Indian community and their respective ethnic authorities, emphasizing
our study in the community-"principal" relationship. The community
perception shows us power and privilege abuses, tradition and community
patrimony transgression, having like a background micro-power articulation
where union between ethnic and Spanish authorities tried to have the control
of productive pillars, having the possibility to became richer, forgetting
tradition and ayllus rights.
Key
words: Tacna,
ayllu, chiefdom, conflict, communal morality, reciprocity, XVIIIth century.
Habitualmente, cuando se enfrenta el tema del
"conflicto" en el mundo andino para el período colonial se tiende a
centrar la mirada en las tensiones desatadas entre comunidad indígena y el
mundo hispano colonial (corregidores, cura, encomendero, etc.). A través de
trabajos de archivo he podido constatar que al interior de la comunidad
indígena también se vivieron "tensiones" y
"desencuentros". Sin duda, con el correr del tiempo, las diversas
transformaciones sociales, políticas, económicas e ideológicas llevadas a
cabo por la corona española en los Andes van a generar y agudizar diversos
espacios de tensión, conflicto y desencanto por parte de la comunidad andina.
La lucha constante por intentar seguir sobreviviendo como comunidad a través
de la tradición y la memoria habría sido el motivo principal de los
conflictos suscitados al interior de los ayllus, demostrando
así también que la sobrevivencia para algunos miembros de la comunidad
indígena iba por otras formas de alianzas, específicamente con ciertas
autoridades hispanas.
Es en este contexto que Tacna aparece como un espacio
interesante para evidenciar y encontrarnos con tales procesos. Tacna se
constituye como un cuerpo documental fecundo para estudiar las relaciones
establecidas al interior de la comunidad de indios, y aunque alejada de los
centros de control político hispanos, el dinamismo de las relaciones y luchas
políticas y de poder se expresaron con fuerza y vehemencia. El desencuentro
entre ayllus y sus respectivos principales, juicios por
transgresión a la tradición y experiencia, abusos de privilegios y de
autoridad, castigos físicos y morales, descuido y desamor, por ejemplo, se
articularon con los ejes principales de tensión al interior del Cacicazgo de
Tacna. El problema del abuso de poder, deslegitimación de la autoridad,
entramados o alianzas en la elite indígena y el consecuente desamparo del
común de los indios, el motín o revuelta, tuvo para el caso de Tacna en el siglo
XVIII dos vertientes, una el problema del control y distribución del agua y,
por otro lado, la posesión efectiva de la tierra.
Tal como sucedió en el resto de los Andes desde los
inicios del régimen colonial, tales focos de tensión también provocaron
progresivamente la descapitalización de la economía indígena, desintegración
humana y económica del ayllu y la tendencial expansión de la
hacienda española (Sánchez-Albornoz 1978: 91). Tales procesos de
desestructuración y expropiación en los Andes, temas trabajados, por ejemplo,
por Nathan Wachtel, parecen tener en el caso de Tacna elementos distintivos
que habrían sido vitales en la creación de una nueva realidad andina colonial2.
Generalmente, la figura del cacique era determinante en tales circunstancias,
transformándose en un cauce natural y apropiado en la transferencia de
tierras del poder indígena al español. Sin embargo, en Tacna para tales
efectos parecieron ser claves las figuras del principal y la segunda persona
del cacique, situación que a saber por los conflictos y pleitos en la disputa
por el poder local entre los dos linajes tacneños, Ara y Quea, se lograría
entender aquella red de alianzas lo suficientemente eficaz como para
articular microespacios de poder3.
El pleito de 1719 y la entrega de la vara cacical
definitivamente a los Aras4,
no habría significado la anulación de ciertas estrategias de ascensión social
y reconstrucción del poder económico por parte de los Queas, situación que se
extiende también a la descendencia Quelopana. Es claro que el interés por
recobrar el derecho al cacicazgo por parte de los Queas los llevó, a partir
de la segunda mitad del siglo XVIII,a intentar nuevamente la recuperación del
cacicazgo, esta vez a petición de Cipriano Julian Quelopana y Quea
("Informe de Cacicazgo de Cipriano Julian Quelopana y Quea" 1763
A.N.CH., F.V., vol. 453), el mismo que aparece como segunda persona del
cacique en la documentación trabajada para efectos de este artículo.
Algunos principales habrían actuado de la misma manera,
tejiendo estrategias de ascensión social y poder económico a través del apoyo
y complacencia de autoridades indígenas, como el caso de la segunda persona
del cacique. El rol del principal no es menos interesante al momento de
articular microespacios de poder. Como cobradores del Real Tributo se
constituyó en los Andes como un cargo generalmente codiciado, ya que dentro
de sus ventajas se encontraba la liberación del servicio de mita. Su rol o
función dentro del engranaje administrativo hispano colonial le permitió
ejercitar medios extralegales para su enriquecimiento, más aún si éste
participaba de ciertas alianzas y entendimientos con sectores españoles o
indígenas de importante jerarquía (Sánchez-Albornoz 1978: 93). De tal manera
que tenemos en el principal no a un miembro más del grupo de parentesco en el ayllu de
pertenencia, sino que al igual que el "cacique colonial" a un
funcionario estatal con intereses comunes, pero también con contradicciones
frente a su comunidad. Incluso como veremos, solían ser principales
individuos que provenían de ayllus diferentes al ayllu donde
ejercían su cargo.
Espacios de Desencuentro
Tacna no escapó a las características climáticas de todo
valle costero del actual sur peruano y norte chileno. El acceso al agua, su
control y distribución determinó los niveles de subsistencia y productividad
de estos espacios vallunos. No es novedoso plantear que el agua por su
escasez se transformara en un recurso extremadamente vital. Sin embargo, sí
es interesante plantear -y no dejando la idea anterior- cómo el agua se
transformó en un primer mecanismo de usurpación de los beneficios de la
comunidad de indios. La "mita de agua" se articuló como un sistema
de riego que dependiendo de su buen control debía beneficiar en justicia a
toda la población del valle, de acuerdo a las jerarquías de acceso,
consideradas legítimas en una sociedad no igualitaria.
En agosto de 1755 se reglamentó la distribución y
repartición de las aguas del río del valle de Tacna, especificando los días y
el número de horas de cada mita para las propiedades territoriales de los ayllus y
haciendas particulares. Tal reglamento intentó ser modificado algunos meses
después en el mismo año; sin embargo, sólo sería aprobado por el virrey Amat
en 1764, aquello que tenía relación con la mita de agua correspondiente al
cacique de Tacna. El resto de la reglamentación habría quedado tal cual, empezando
valle arriba por el sector de Calientes, Miculla, Pachia, sector de Piedra
Blanca, ayllus de Tonchaca, Capanique, Ayca, Humo, Olanique,
Collana, Silpay y Aymara, hasta llegar el domingo en donde las aguas se
distribuían en los sectores del pueblo, tierras de Peschay, Pocollay y
tierras de corregidores y curas5.
(Dagnino 1909: 337).
El delicado entramado de las "mitas de agua"
requirió de una cuidadosa ejecución, sin derecho alguno de innovar o
contravenir lo reglamentado, "...pena de doscientos pesos aplicados en
la forma ordinaria a los vecinos españoles; i a los indios, mestizos, negros
i mulatos, de cien azotes, cuyas penas se ejecutaran inviolablemente en los
que en manera alguna contravinieren a este nuevo arreglamiento, cuyo
contenido mando se haga saber a los dichos hacendados i demás interesados, al
Cacique i Principal de los ocho Ayllos de este común de indios, para que les
conste" (Dagnino 1909: 339-340). Sin embargo, la documentación para
Tacna en el siglo XVIII muestra lo contrario. La transgresión a la ordenanza
de reglamentación de agua se transformó al parecer en un hecho cotidiano,
centrándose la tensión entreayllus y principales. Puntualmente, a
partir de la segunda mitad del siglo XVIII, los focos de conflicto se
agudizan, tomando forma en acusaciones, quejas y pleitos por parte de los ayllus perjudicados.
Para 1773 el principal del ayllu Humo6 declara
en su defensa respecto de las acusaciones y petición de destitución de su
cargo efectuadas por los indios de dicho ayllu, en donde es
clave el tema del agua, que yo por sola la razón de principal quieren les
ponga el agua en sus sementeras sin que ellos trabajen para conducirla ni
quieren darme rompedoras como es costumbre y quando les pido estos siguiendo
la costumbre que ay de que me den rompedores y rondadores la respuesta es hartarme
a desvergüenzas ("Petición de remoción del principal de Humo, Thomas
Hume", A.J.A.-1773- leg. 222, pieza 14, fs. lr-lv).
Para este caso no se tiene la acusación efectuada por los
indios del ayllu; sin embargo, a través de la defensa de
Hume se deja ver que la tensión al interior de la comunidad podría ser
considerable, "...castigando a los tumultuantes, y especialmente a
Jenuario Bargas como cabeza deste motín sin mas mérito que vnos fribolos
alegatos que deducen llebados por su genio altivo..." ("Petición de
remoción...", A.J.A. -1773- leg. 222, p. 14, f. Ir). Además, Hume sería
acusado de poseer tierras fuera del ayllu, en Capanique, a lo cual el
principal se defiende declarando, por no haver tierras en el ayllu se
me dio alli un pedazo que tengo sembrado: aora pues que
perjuicio experimenta la Real Hazienda ni los indios con que yo siembre fuera
del ayllo vn pedasillo de tierras y lo cultive con aquella
agua que a mi me corresponde bajo la circunstancia de dejar primeramente
llegar la agua toda por sus chacras hasta la ultima toma, y después de esto
es quando yo riego mi corta sementera haciéndoles este veneficio a que no soy
obligado ("Petición de remoción. A.J.A. -1773- leg. 222, p. 14, f. 2r).
Este cuestionamiento se contrapone a lo que comúnmente se
articuló en tiempos prehispanos como territorios "salpicados"7.
Al parecer en este caso operaría una lógica de territorialidad atomizada o
rígida en donde los criterios de igualdad fueron fundamentales para la
supervivencia y subsistencia de la comunidad de indios.
La remoción del principal de Humo pareciera ser
planificada por parte del ayllu, ya que se pide sea
sustituido por Joseph Lanchipa, indio originario del ayllu Collana.
La diferencia entre principales también se constituye como otro nivel de
conflicto. El principal de Humo, frente a la petición de su ayllu, sostiene
que Lanchipa es conocido por su indisciplina frente al cobro del tributo,
situación que lo inhabilitaría para el cargo. En este mismo sentido, Hume
fortalece su tarea de cobrador de tributo diciendo que lo ha hecho sin la
menor falta.
Quizá en la mayoría de este tipo de conflictos, el
gatillante para una serie de acusaciones y quejas no sea un conjunto de
irregularidades por parte de la autoridad, sino que a partir de quiebres
puntuales, el descrédito general estaría a un paso. En estos casos dependería
mucho de los vínculos y el lugar que ocupara el principal en estos
microespacios de poder liderado desde instancias jerárquicas superiores a él,
sobre todo cuando se tratara de deslegitimar las posiciones acusatorias del
común de indios. Para el caso de Tacna y como ya lo hemos mencionado, la
segunda persona del cacique fue fundamental. La documentación parece insistir
en que el gobierno de los Ara careció de fortalezas y poder de facto. La
figura de Cipriano Quelopana y Quea parece ocuparse de las debilidades del
cacique. Si bien para el caso de Tacna, el criterio de parentesco era
fundamental al momento de la sucesión del cacicazgo, ciertos criterios
prácticos o la capacidad real de gobernar hicieron que Quelopana y Quea,
segunda persona del cacique, se fortaleciera casi en una suerte de
cogo-bierno8.
En 1786, Santiago Ara acusa a Cipriano Quelopana por
ciertos abusos de poder y autoridad. La acusación se centró en el despotismo
e irregular procedimiento de éste, junto a los hacendados de los Pagos de
Piedra Blanca, Calaña y Pachia. Desde la cárcel Ara sostenía que habían sido
rematadas por orden de la Intendencia sus aguas y tierras, aquellas que
poseía de tiempos inmemoriales y que por estar ausente en ellas estaba siendo
perjudicado por los acusados. Cipriano Quelopana y los demás hacendados
"...se atrabiesan el rio el dia juebes que me corresponde y mi sementera
se halla enteramente perdida." (Acusación de remate ilegal de tierras y
aguas del Cacique de Tacna Santiago Ara, A.J.A. -1786- leg. 3A, p. 19, f.
Ir). Sus quejas dirigidas al Subdelegado de aquel Partido al parecer sólo
habrían terminado en el pago de multas, el resto de sus diligencias en
primera instancia no habrían tomado forma legal. Para Ara el conflicto se
agudiza cuando, además de haber una transgresión a la legalidad, hay una
violación a la costumbre,
Mi padre y yo como que succedi en el empleo del Casique
Governador hemos disfrutado en el dia que se hace la plantada de la chacra se
nos deje correr el rio hasta las dies de la noche desde que nace el sol. Esta
costumbre se ha observado imbiolablemente y por que vibo (...) de que con
motibo de mi arresto se pretenda innobar o alterar y que por ello seme pierda
enteramente la sementera del plantío de agi; ciendo constante en derecho que
la costumbre tiene fuerza de ley y que a ella se debe estar; hallándome
pocesionado de ellas regular es seme ampare en dicha pocesión. Mis
antepasados gozaron una ves al año la mita de agua, para la plantada, que
llamaban Serrada de Tomas; en la que se les dejaba libres tres dias de agua;
mas después del Reglamento se les quito este goce y se acostumbro solamente
de concenso de los principales de aquel pueblo concurrir cada vno por su
parte que resultan tres de aumento en el dia en que se hace la planta: lo que
se ha observado vna ves al año sin contradicsion alguna (Acusación de
remate..., A.J.A. 1786
leg. 3A, p. 19, ff. lr-lv).
Desde Arequipa se manda al Subdelegado del Partido de Tacna
para que administre justicia respecto del Reglamento de Aguas, en donde la
legitimidad de la posesión de turnos de agua no sería sólo una norma legal
sino también de costumbres. En este caso, la notificación del decreto se hizo
extensiva en primer orden a Cipriano Quelopana y luego al resto de los
principales, intentando así evitar quejas y conflictos futuros.
A sólo un año de la acusación de Santiago Ara, el ayllu Collana
entabla un pleito contra su principal Pablo Romero por perjuicios inferidos a
ésta y el tema de la Reglamentación de Aguas vuelve a ser un espacio de
conflicto:
Es el aillo de Collana el que hoy representa las
opresiones que padese todo aillo tiene su principal que es un yndio puesto
para que cobre tributos y reparta la agua que esta asignada al aillo; pero no
lo ase asi Pablo Romero por que el es el que nos usurpa las aguas y el que
con detrimento y lactuna nuestra (...) sin reparar que esto esta prohibido
por todo derecho aun principiando desde el natural. Todo indio tributario tiene
su porsion asignada de agua para regar sus tierras y el indio principal tiene
dos asignaciones de agua, una como indio y otra como principal y el actual
Pablo Romero disputa quatro partes o porciones de modo que gosa quatro
asignaciones de agua como por quatro indios no debiendo llebar sino como dos
indios. Nunca se podra ponderar el grabisimo perjuicio que nos resulta de
esta quadriplicada parte que tira Pablo Romero ("La comunidad del ayllo
Collana contra su principal Pablo Romero", A.J.A. -1787- leg. 38, p.
l,f. Ir).
El ayllu Collana presentó una serie de
testigos que declararon en virtud de lo sabido contra el principal Romero.
Estos fueron Eusebio Bargas, indio tributario del ayllu de
Humo; Thomas Hume, antiguo principal del mismo ayllu, y
Lorenzo Cáceres, principal del ayllu Tonchaca.
Posteriormente Josef Valdez, principal del Ayllu Silpay,
también intervendría acusando a Pablo Romero de mantener acuerdos
perjudiciales para con la comunidad, con el Alcalde de Aguas José Santos
Tagle. En cada una de las declaraciones los testigos concuerdan en que Romero
usufructuaba de todo el golpe del río, sumándose al problema de lasmitas de
agua la posesión de chacras a considerable distancia del ayllu, "...
y que mientras que no llega todo el golpe del rio en su citada chacra que
esta abajo no empiezan a regar los del ayllo que bienen a quedar arriba de
modo que bien se puede decir goza de todas las aguas" ("La
Comunidad del ayllo Collana contra..." -1787- leg. 38, p. 1, f. 3r).
Otra de las argumentaciones del ayllu Collana
en contra de su principal es la total falta a su deber para con la comunidad.
Aunque éste estaría obligado por su encargo a "mirar con amor a las
personas" que constituyen el ayllu, más aún cuando se
tratara del reparto de aguas, Romero sólo habría estado alimentando sus
propios intereses. Esto último es particularmente interesante ya que el deber
de amor es entendido como un deber de pariente, que en esta situación ha
implicado un quiebre en el sistema reciprocitario. Para el ayllu Collana
y los testigos presentados por éste, Pablo Romero ejercitaría
desproporcionados privilegios, con los sabidos abusos de poder, autoridad y
transgresión a las costumbres y experiencias.
Desde los comienzos del pleito a Pablo Romero el tema de
su sustitución es gravitante. La comunidad plantea como prioritario para
evitar más perjuicios que el nuevo principal ejercite su cargo con entera
justicia e igualdad, aspectos fundamentales en el repartimiento de las aguas.
El paso de los años y la ausencia de resoluciones por parte de la autoridad
hispana obligaron a la comunidad a tomar medidas de presión, como era el
hecho de retirarse del lugar y buscar mejor sustento en otro, "...a
causa que no le podemos conseguir en este aillo a que el agua de donde nos
probiene el sustento.. ." ("La comunidad del aylio Collana en
Contra..." A.J.A. -1787-leg.38, p. 1, f. 8r). La presión se sostuvo
hasta que no se sustituyera a Romero por Hilario Pango, indio originario del ayllu propuesto
por la comunidad.
La intervención de Cipriano Quelopana, segunda persona del
cacique en el pleito, es vital. La defensa que hace de Romero se sustenta en
que éste le ha sido oportuno en la recolección del Real Tributo, habiendo
sido fiel y digno en su servicio. Quelopana a través de su declaración
intenta nuevamente deslegitimar a los Ara, fortaleciendo de esta manera a
Pablo Romero, por la reprecentacion de vn solo individuo tumultuante el mas
ridiculo de aquel ayllo Collana qual es Josef Lanchipa en consorsio de su
primo Isidoro Lanchipa indio reserbado no tiene otro oficio sino influir a la
gente para que fulminen falsas e imajinarias querellas contra este principal
arrebatados de otros influjos dirijidos desde la ciudad de Arequipa por el Casique
Principal cuyo padrino les infunde tanta y tan audas soberbia que aun contra
mi han intentado poner en practica sus falcedades se le ha suspendido a dicho
Romero dejándome a mi en el inminente y cuasi ebidente riesgo y peligro de
salir descubierto en toda la plata de tributo de a aquel ayllo por quanto no
se encuentra otro sujeto que pueda hacer la cobranza con la puntualidad y
honrrades que este tan publica y bien recivida de todos sus indios como
vecinos españoles ("La Comunidad del ayllu Collana contra...",
A.J.A. -1787-leg. 38, p. l,f. lOv).
La orientación de su declaración no es sólo, como ya lo he
mencionado, hacer una defensa de Pablo Romero, sino además fortalecer su rol
dentro del cacicazgo, sea éste como segunda persona o como potencial sustentador
del cargo de cacique. El discurso de Quelopana es explícito en este objetivo,
diciendo que ha sido siempre fiel y leal vasallo tanto en la actualidad como
en el pasado, sosteniendo que, "...en la rebelión pasada pues entonces
hice también igualmente los enteros de tributos supliendo de mi propio dinero
para que no se conociese falta quando el cacique padre de el actual huyo de
este pueblo abandonando intereses reales y a su propia familia por motivos
para mi inconprensibles..." ("La Comunidad del ayllu Collana
contra...", A.J.A. -1787- leg. 38, p. l,f. llr).
Sin duda Quelopana se refiere a la rebelión de Túpac Amaru
en 1781 que incorporó las áreas de Tacna, Altos de Arica y Tarapaca. Este
dato sin duda constituye una novedad y confirma la posición anticolonial que
adoptaron la casi totalidad de los caciques de esta área9.
El descrédito que le da Quelopana a los testigos
presentados por el ayllu Collana es un testimonio claro del
control de su autoridad, sosteniendo que ninguno de los declarantes sabe el
peso de la religión ni del juramento hecho en tal virtud. Da la impresión de
que Quelopana hace una crítica al común de los indios, de los cuales toma
cierta distancia ubicándose socialmente más bien en sectores hispanos.
Caracteriza a los indios como sujetos inconstantes y flexibles, agudizándose
tales defectos a través de la borrachera, y como esto cotidianamente lo
acostumbran es el único motivo porque se rebelan y mortalmente aborrecen a
Romero porque no anda con ellos en sus borracheras y lo ven entregado
únicamente al cumplimiento de su obligación ("La Comunidad del ayllu
Collana en contra...", A.J.A. -1787-leg. 38, p. l,ff. llv-12r).
Entendemos que en el mundo andino el beber es un acto que
fortalece las relaciones sociales al interior de la comunidad, "el acto
de compartir y colaborarse, que crea y sostiene a la comunidad" (Harvey
1993: 173). El íntimo vínculo entre fiesta, embriaguez y memoria aseguraría
los fundamentos de la identidad grupal10. En este sentido Romero y
Quelopana no se estarían percibiendo a sí mismos como parte de la comunidad,
lo que nuevamente implicaría un quiebre en el sistema reci-procitario.
La tensión al interior de la comunidad de Collana debió
haberse radicalizado justamente a partir de los juicios valóricos de
Quelopana, intensificando por consecuencia los resquemores contra Romero.
Habitualmente, la agudización de contrastes sociales dentro de la
"república de indios", entendida como la articulación de una elite
indígena influyente y un común de indios avasallados y oprimidos
económicamente, suscitaba como única alternativa la distancia de la comunidad
frente al conflicto. (Sánchez-Albornoz 1978: 107-108) En Tacna la situación
es completamente distinta. Para el ayllu de Collana, y
posteriormente con la intervención del ayllu Silpay, la
defensa de sus derechos y tradiciones era una acción lo suficientemente
legítima, apoyada en este caso por un amplio consenso comunitario, consenso
tan marcado y enérgico que anulaba los temores de enfrentar a una autoridad
despótica y hegemó-nica". (Thompson 1979: 65).
A través de la intervención de Josef Lanchipa, indio
originario del ayllu Collana, fortalecida por las
declaraciones del principal del ayllu Silpay, la trilogía
que conformó la articulación de micro-espacios de poder se hizo explícita.
Además de las figuras del principal y la segunda persona del cacique, se
sumaba la del Alcalde o Protector de Aguas. En este caso al parecer no
estaríamos en presencia de conflictos de liderazgo entre autoridades
gubernativas intermedias, como se observa en el resto de los Andes coloniales
entre corregidores, curas y caciques (Saignes 1991: 119).
En Tacna, a partir de los casos que hemos estudiado, queda
la impresión de que estos bandos medios (principal, segunda persona y Alcalde
de Aguas) actuarían en forma colectiva. Microinter-acciones políticas que
construyeron en un momento dado redes eficaces de legitimación y hegemonía.
Lo curioso es que, a saber de la documentación, no queda claro ante quiénes
estos personajes se legitiman, ya que tanto para la comunidad de indios como
para instancias hispano coloniales más bien se perfilaron como una facción
profundamente transgresora de la legalidad y costumbres. En esta perspectiva
es gravitante la insistencia por parte del linaje Quea de recobrar el
cacicazgo de Tacna. La idea de una reconstitución económica y la articulación
de una red de alianzas de poder y control social local por parte de Cipriano
Quelopana y Quea habrían sido fundamentales al momento de intentar nuevamente
sustituir al linaje Ara del gobierno cacical. Sabemos que para 1763 Cipriano
Quelopana presenta una solicitud de restitución del derecho al cacicazgo,
acompañando su gestión con declaraciones de testigos. Lamentablemente la
documentación está incompleta y no poseemos las sesenta fojas que la
solicitud menciona. Seguramente la documentación nos entregaría valiosa
información respecto de quiénes avalaron la gestión de Quelopana, por
ejemplo, los niveles de adhesión y solidaridad de principales o de ciertos
sectores hispanos. En este sentido, los conflictos suscitados con
posterioridad como, por ejemplo, el juicio delayllu Collana de
1787, podrían ser mejor contextualizados.
Como se mencionó, la figura del Protector de Aguas aparece
legitimando las irregularidades del principal Pablo Romero, agudizando en la
comunidad la percepción de desamparo, "Sin protector, sin principal, sin
segunda y destituidos de todo empeño con las incomodidades que se dejan entender,
recurrimos segunda ves al amparo de V.M. para el remedio en nuestros
padeseres" ("Comunidad del ayllu Collana
contra"... A.J.A. -1787- leg. 38, p. 1, f.l7r). Josef Lanchipa, indio
originario del ayllu Collana, visto por las autoridades
indígenas como el líder de las acusaciones y del amotinamiento de la
comunidad, es trasladado por el protector de aguas al ayllu Silpay.
El descontento no sólo se hizo sentir al interior delayllu Collana,
sino también en el ayllu Silpay. El traslado de Lanchipa
implicaba una serie de irregularidades en Silpay, fundamentalmente en lo que
se tratara al uso y distribución del agua. José Tagle, alcalde de Aguas,
acompañado de un asistente, habría efectuado el reconocimiento de tierras y
tomas de agua en elayllu Silpay para efectivizar el traslado de
Lanchipa. El procedimiento se llevó a cabo con excesiva violencia y
"malostratos": "...el Señor Alcalde Don José Tagle se ha
qoadynado (sic) con Pablo Romero principal de Collana para que expeliendo a
José Lanchipa le quede uso mas agua y se recargue a esta mi ayllo lo que
parece no ser de justicia y lo repugnan todos los interesados del ayllo de
Silpay causa de tanta persecución para con los infelices y mi persona"
("Comunidad del ayllu Collana contra..." A.J.A. -1787- leg. 38, p.
l,f. 27r).
Aunque es claro que las tensiones tuvieron su origen en
materias prácticas y cotidianas como lo fue la distribución de agua, el uso
de ésta y lo vital que resultaba para los ayllus la justa
legislación y ejecución del Reglamento de Aguas para efectos de la
sobrevivencia, producción y pago del tributo, pareciera ser que el
desencuentro se trasladó a espacios en donde se transgredían la experiencia y
la tradición; es decir, hacia lo que constituía el soporte de la
"moralidad comunitaria". Los "malostratos", la tropelía,
la violencia, el descuido, los azotes, despojo, castigo, padeceres,
desprecio, etc. aparecen con mayor frecuencia como centrales al momento de
argumentar por parte de la comunidad el abuso de poder, de autoridad y el
ejercicio de desproporcionados privilegios de las autoridades indígenas y de
algunos funcionarios hispanos. Cuando la comunidad de indios denuncia,
demanda, acusa o reclama lo hace en la búsqueda de justicia, según el
criterio de "orden justo", una dimensión jurídica e ideológica de
la vida cotidiana o local que no fue compartida por la elite indígena tacneña
como consecuencia de lecturas y comprensiones distintas respecto de "lo
justo". En este sentido, podemos entender las solidaridades entreayllus para
enfrentar el conflicto y, por otro lado, entender ciertos faccionalismos de
algunas autoridades indígenas, hacendados o funcionarios españoles cuando se
trató de defender y funcionalizar los microes-pacios de poder articulados, a
través de medios legales y extralegales12.
El conflicto no sólo se viviría entre ayllus y
sus respectivos principales o autoridades hispanas e indígenas, sino también
al interior de la comunidad. En este sentido las solidaridades y
faccionalismos se manifestarían también dentro del cuerpo comunitario.
Podríamos definir tales tensiones como un segundo nivel de conflicto, aquel
que seguramente sería gatillado por problemáticas o tensiones más generales
como, por ejemplo, destitución, acusación o quejas respecto del proceder de
ciertas autoridades indígenas o cuando se tratara de legitimar, por ejemplo,
líneas de sucesión o ejercicio de cargos tan vitales como el de principal.
En definitiva, el conflicto, como lo hemos visto hasta el
momento, estaría constituido por niveles de tensión distintos, con discursos
paralelos, pero que al final al parecer tendrían siempre un denominador en
común, el cual sería la construcción o fortalecimiento de criterios de
identidad o etnicidad. Esto obviamente tendría que ver con lo que hasta el
momento hemos llamado como "tradición", "experiencia" o
"lo justo". Seguramente ya avanzado el siglo XVIII ciertos
criterios de etnicidad habrían sufrido metamorfosis, sobre todo cuando la
economía colonial con regímenes de producción y trabajo fundamentados en una
percepción territorial distinta se iba ubicando tendencial-mente en la
antípoda de la economía tradicional o comunitaria.
Sin embargo, la propuesta de este artículo es fundamentar
cómo, a pesar de los grandes cambios políticos, económicos e ideológicos, a
nivel local se siguió reivindicando el territorio o una territorialidad
construida o inventada y asumida como "desde tiempos inmemoriales",
la memoria genealógica y étnica, lo que Saignes denomina como
"mecanismos de integración interna", lo cual además tendría directa
relación con los recursos económicos de la comunidad. Es justamente en estos
espacios de integración interna en donde territorio, agua, patrimonio
comunal, etc., son también objeto de desintegración comunitaria. La
documentación revisada justamente nos ubica en ese espacio dialéctico que
constituye la tradición y la costumbre, espacio que se tensiona aún más
cuando son las mismas autoridades indígenas las trans-gresoras de los pactos
y juego transaccional que imponía el llamado "pacto colonial".
El caso de Tacna contiene todas las variables planteadas.
El caso más radical es lo suscitado en el aylluCollana, en donde
la fragmentación de la integridad comunitaria se vivencia a partir de los
abusos de poder de su principal, de la transgresión a la costumbre y
tradición. El "pacto colonial" determinaría ciertas funciones,
límites y ejercicios del poder que permitirían garantizar la fuerza legal de
la costumbre y "experiencia". En Tacna apreciamos una clara
comprensión por parte de la comunidad de indios de estos límites y ejercicios
del poder, más aún cuando ciertas facciones indígenas e hispanas intentaron
enriquecerse a expensas del patrimonio comunitario. Hemos verificado que no
sólo la extralimitación en la ejecución del poder y el sentido despótico de
la autoridad son motivo de conflicto. También tendría que ver el cómo estas
autoridades intermedias son eficientes en el ejercicio de sus cargos. Uno de
los signos de legitimación de estas autoridades, sobre todo cuando son
representantes de la comunidad, es el nivel de eficacia al momento de
defender el patrimonio e intereses comunales. La documentación hasta el
momento revisada ha dejado ver que tanto principales como la segunda persona
del cacique fueron para la comunidad figuras ineficientes en sus cargos y es
aquí también donde se situaron la protesta y las quejas del común de indios.
Es así que ha sido interesante descubrir que el ejercicio de principal no
habría tenido fundamentalmente que ver con criterios hereditarios, sino más
bien con criterios de eficiencia y capacidad personal en la ejecución del cargo.
En este sentido, si para la comunidad el principal poseyó tales atributos
éste pudo y debió ser apoyado, respaldado y legitimado en su posición. Pero
también sabemos que el cargo de principal pudo haberse ejercido mediante
otras circunstancias, como por ejemplo por intereses estatales, pactos con
altos funcionarios locales o con ciertas autoridades étnicas, en donde los
criterios de eficiencia y capacidad lógicamente no respondieron a los
intereses comunitarios, dando paso por consecuencia a los abusos de poder,
mal uso de la autoridad y la distancia cultural e ideológica de lo que hemos
llamado como "moralidad comunitaria".
El cuerpo documental estudiado, si bien no constituye una
muestra cuantitativamente abundante, sí nos permitiría pensar que la protesta
por parte de la comunidad sería un ejercicio legal o simbólico cada vez más
recurrente, sobre todo cuando hemos visto que la costumbre, la tradición y el
patrimonio comunitario fueron pilares importantes en la sobrevivencia no sólo
de identidades y sentidos de pertenencia étnica, sino también desde una
perspectiva económica.
En la acusación dirigida a Pablo Romero por parte de la
comunidad de Collana otro de los temas claves es el desempeño de éste en su
cargo, que además de ejercerlo con violencia ha faltado permanentemente a sus
responsabilidades como tal,
que ningún principal tiene facultad de extra en las aguas
de su respectivo ayllo y darle a personas extrañas e independientes de los
ayllos ni tampoco ausentándose o falleciendo algún indio originario se
apropien los principales de estos de propia autoridad ("Declaraciones en
contra de Pablo Romero", AJ.A -1792- leg. 53, p. 8,f. lv).
Las acusaciones que la comunidad de Collana había estado
reiterando en el curso del pleito se vieron agudizadas por la declaración de
Thomas Hume, antiguo principal del ayllu Humo. En el mismo
documento se especificó en que habría consistido la extralimitación de las
facultades del principal del ayllu Collana,
les consta y an oydo decir que Pablo Romero principal de
dicho ayllo nos tiene usurpadas seis aguas, la una la que tiene arrendada a
Bernardo Bargas quien la saca por la toma de Ayca; la segunda que era del
finado Ventura Ara con la que cultiva unas tierras ymediatas al ayllo de
Tonchaca; la tersera de un indio ausente nominado Lauriano Romero con la que
cultiva un alfalfar y huerta de arboles frutales, la que saca por la toma de
los Pajas en la cauesera de este pueblo; la quarta la que tiene arrendada a
una mujer nominada Angelita que la saca por la toma de los dichos Pajas asi
al costado de Tonchaca por la cauesera de este pueblo; la quinta la partizion
de agua que le tiene de bastantes años dada y arrendada a Bartolomé
Rospillosi, sin mas fundamento que su despotismo y boluntariedad; la sesta la
que le da a un indio estraño del ayllo denominado Francisco Mamani en el Pago
de Pallagua distante siete legua de nuestro ayllo ("Declaraciones en
contra de Pablo Romero", A.J.A -1792 - leg. 53, p. 8, ff. lr-lv).
Sin embargo, al parecer otros principales no estuvieron
exentos de cometer ciertas irregularidades parecidas a las efectuadas por
Romero, faltando así a sus obligaciones y cuidados para con su comunidad,
"...ningún principal de los ayllos de esta doctrina tiene facultad de
extraer las aguas de sus correspondientes ayllos[...]que Pablo es el único
que comete estos exsesos no puede afirmar este declarante porque en los demás
prinsipales tiene observado que cuando no la arriendan permiten los robos que
de ella hacen los españoles a los infelises indios por la amistad y
contemplación que con ellos tienen..." ("Declaraciones contra Pablo
Romero", A.J.A. - 1792- leg. 53, p. 8, ff. 8v-9r). La fortaleza de estas
irregularidades en el manejo de ciertos cargos pareciera estar en las
alianzas articuladas con estamentos hispanos como funcionarios estatales y
hacendados españoles. En el pleito de 1786 seguido por el cacique de Tacna
Santiago Ara contra Cipriano Quelopana, la usurpación de sus aguas no hubiera
podido llevarse a cabo sin la participación de los hacendados de los Pagos de
Piedra Blanca, Calaña y Pachia. Por otro lado, en el juicio de Collana y
posterior intervención de la comunidad de Silpay la ya mencionada figura del
Alcalde de Aguas José Tagle también es central en la ejecución y legitimación
de las irregularidades tanto de Pablo Romero como de Cipriano Quelopana. Este
cargo de protector de aguas no sólo sería controvertido en el juicio de 1787.
A saber por la documentación, sería una figura fundamental en la articulación
de micro-espacios de poder, liderado en el caso de Tacna por el linaje
Quea-Quelopana,
El antesesor del actual Alcalde pretendió hacer alborotos
semejantes, el subdelegado de aquel entonces Don Ramon de Amiga informo a la
intendencia y de alli se declaro no serle facultativo estos procedimientos
porque solo le correspondía al alcalde de agua lo económico y coactivo para
que estas corran pero encarcelar a los pobres yndios, darles a palos, salir
cargado de armas, dar bastón de alcalde, pedirles derechos por las salidas
que hace a la vista de dichas aguas es tropelia, es violencia y es arrogarse
facultades que no las tiene... (Comunidad del ayllo Collana contra...",
A.J.A. -1787-leg. 38, p. 1, f. 27r).
Avanzado el siglo XVIII y comienzos del siglo XIX vamos
viendo a través de la documentación cómo a partir de los conflictos y el
desamparo de algunas de sus autoridades indígenas ciertos ayllus irían
fortaleciendo su capacidad de defensa y autonomía política, como la única
forma de enfrentar a estos espacios de poder local, además de procurar la
defensa de los intereses y patrimonio comunitario. Situaciones tan sutiles a
primera vista terminan tornándose fundamentales, como es el hecho de que el
principal de cada ayllu sepa leer y escribir y que posea
buena salud para ejercer una vigilancia directa en la buena distribución de
las aguas en el día de la mita correspondiente.
Intentando matizar el caso particular del ayllu Collana,
se prosiguió en la búsqueda de documentación que nos siguiera entregando
información respecto de nuestra tesis central. Siguiendo la idea de que los
microespacios de poder local articulados desde autoridades hispanas hasta
indígenas fueron una expresión clara de irregularidades y desacato a la
costumbre y a los acuerdos tácitos o explícitos en el ejercicio del poder,
nos encontramos para 1719 con conflictos de tierras, agua y poderes locales que
tuvieron directa relación con intereses de ciertas autoridades indígenas
tales como caciques y segundas personas. Para 1669 en los altos de Tacna,
tierras ubicadas en las quebradas de Pallagua, Caplina, Ancoma y Toquela
fueron vendidas por el principal del ayllu Silpay a un
español ("Composición de las quebradas de Pallagua, Caplina, Ancoma y
Toquela" 1719
A.N.A. 13). Dichas tierras fueron vendidas bajo los argumentos de que el agua
era escasa en la zona debido a la pobreza del Caplina, además de ser tierras permanentemente
invadidas por forasteros, los que provocaban más escasez de agua. Las
quebradas mencionadas habían sido desde 1659 tierras pertenecientes al ayllu Silpay,
cuya composición hizo Juan Bautista Quina, principal del ayllu en
ese año y el mismo que efectuó la venta de tales tierras en 1719. Este último
se habría comprometido a bajar toda la población al pueblo de indios fijado
en Tacna. En tales circunstancias, el compromiso de Quina fortalecía la
iniciativa del gobierno colonial de reducir a los indios naturales de la zona
a pueblos en donde el control de la población indígena fuese más eficiente,
sea para su adoctrinamiento como para fines productivos. Al despoblar la zona
serrana tal situación también sería beneficiosa para la parte baja del valle
de Tacna ya que aumentaría el caudal del río Caplina13.
Sin embargo, los intentos por bajar la población serrana a
Tacna no habían sido fructíferos. La composición de tierras efectuada en 1719
cuenta de este fracaso. Las quebradas seguían siendo ocupadas por indios
naturales del ayllu Silpay. La comunidad apoyada por aquel
entonces por el cacique de Tacna, Bernabé Quea, declara nula la venta de
tales tierras, declarando por el visitador que aquellas pasaban nuevamente a
manos de la comunidad, siendo explícito en que tales tierras fuesen usadas
"para pastos y para que en ellas tengan apasenten y pasteen sus ganados
y animales" (Composición de las Quebradas de Pallagua, Caplina, Ancoma y
Toquela" -1719-A.N.A. 13, f. 53). La toma de posesión fue efectuada por
la segunda persona del cacique Martín Quelopana y los alcaldes ordinarios de
las respectivas quebradas. Tal resolución implicaría posteriores conflictos
entre los habitantes de la zona serrana y el valle de Tacna. Un documento
pequeño pero esclarecedor de las repercusiones de la decisión de Bernabé Quea
y el no acato por parte del ayllu Silpay de utilizar las
tierras sólo para pastoreo, evidencia un problema que seguramente estuvo
latente hasta finales del siglo XVIII. Para 1801, los pueblos de indios de
Toquela, Pallagua y Caplina reclaman el uso de todo el golpe del río ya sea
el domingo o el jueves para el riego de sus tierras. Para los hacendados y
particularmente para el común de indios tal situación era incomprensible. En
el documento se argumenta que según la actual matrícula los tres pueblos de
indios de los altos sumarían 300 habitantes de ambos sexos, en contraposición
a los 6.000 o 7.000 aproximadamente de Tacna. La petición de usar el golpe
del río todo un día agudizaría aun más la tensión en el repartimiento de agua
en Tacna y el resto del valle,
están los miserables dueños en vela sin dormir pegados a
las ventanas de los vecinos de honor que conservan en sus casas reloxes de
campanilla en los que apenas oyen la hora queando buelan a cavallo o como
pueden a fin de llegar a tiempo de recibir su corta ración de agua (AJA.
-1801- leg. 47, p. 8, f. 2r).
Se argumenta, además, que el riego en las quebradas
mencionadas necesita de abundante agua, ya que en la zona se cultivarían 60
topos entre una ladera y otra, desviando el río en medio cuarto de legua
hacia las laderas. El documento no revela ninguna resolución legal, no
obstante, es interesante por sus datos, corroborando que el problema del agua
y el uso de las tierras era y constituía un delicado entramado social,
económico y político. Este caso no incluyó ninguna acusación ni queja de la
comunidad de indios hacia autoridades indígenas e hispanas. Es más, la
decisión del cacique Bernabé Quea en 1719 favoreció al ayllu Silpay,
determinación que a largo plazo reportaría un costo económico y social para
el resto de la población valle abajo.
La misma visita de tierras de 1719 da cuenta de la
consolidación de un pueblo de indios en la quebrada de Estique. Bajo la
autoridad de Bernabé Quea se confirmó la posesión de las tierras, "en
dicho pueblo quedan repartidos los solares a los indios para que fabriquen
sus casas en su pueblo y quedaron muy gustosos" (Pleito por tierras en
la quebrada de Estique-1740-A.A.A., 3-11, f. 22). El uso del caudal del río
nuevamente pasó a ser motivo de conflicto, además de no permitir los indios
de Estique la utilización de sus tierras por parte de otros indios del
cacicazgo. En 1738, el cacique de Tacna Pedro Ara intenta poner fin al
litigio de aguas y tierras. A pesar de su incursión personal en el pueblo de
Estique y el intento de instalar un alcalde como su representante en la zona,
las autoridades locales lucharon por reafirmar su autonomía dentro del
cacicazgo y su derecho exclusivo del uso de las tierras desde fines del siglo
XVI. En 1740, el principal del pueblo, Gerónimo Saraco, se autodeclaró
"cacique y gobernador" de Estique en un acto de declaración de la
conformación de un cacicazgo autónomo ("Pleito por tierras en la
quebrada de Estique" -1740- A.A.A. 3-11, f.2). En este caso, la defensa
de intereses y la adhesión a lo que se constituyó como legítimo hizo que la
comunidad de Estique tomara medidas de presión y actos de rebeldía contra la
autoridad indígena que terminaron en un quiebre o fragmentación étnica,
evidenciando el complejo entramado o red social que constituían estos
cacicazgos coloniales14.
Haciendo el intento de no forzar la documentación
primaria, en los dos casos expuestos a pesar de no haber presencia de
conflictos explícitos entre la comunidad de indios y los núcleos de poder ya
mencionados, la aparición de la figura del cacique sugiere un nuevo elemento
a considerar. En estos casos, el devenir de los pleitos se perfiló de acuerdo
a los intereses de cada uno de los caciques mencionados y su menor o mayor
vínculo con los intereses de la comunidad de indios del cacicazgo. En
escenarios distintos el quiebre del sistema reciprocitario es evidente, tanto
en el uso o mal uso de las tierras como en el irregular ejercicio del
Reglamento de Aguas. ¿Qué podrían significar los intereses tan disímiles de
los caciques involucrados para con la comunidad de indios del cacicazgo de
Tacna? Volvemos al comienzo de nuestro artículo, haciendo hincapié nuevamente
en las tensiones entre los dos linajes tacneños y la lucha constante por
obtener la vara cacical. Al parecer, el linaje Quea y la descendencia
Quelopana siempre fueron proclives a articular una red de alianzas que
sirvieran de soporte para sus intentos de volver a recuperar el control del
cacicazgo, sirviéndose éstos de instancias legales o extralegales. Mirando la
descendencia Ara, queda la sensación de estar frente a líderes con una
percepción más arraigada de los deberes y responsabilidades de las
autoridades indígenas, sea como el representante de la comunidad o defensores
de los intereses del común de indios frente a la administración colonial.
Sería equívoco percibir a estas comunidades indígenas como
cuerpos étnicos homogéneos, con sentidos de identidad fuertemente arraigados
en la totalidad de sus componentes. No obstante, a pesar de evitar caer en
idealizaciones, los espacios de conflicto encontrados en la documentación nos
ubican en instancias donde la experiencia, lo justo, los deberes para y con
la comunidad, relaciones de reciprocidad, la costumbre, los límites de la
autoridad sea hispana o indígena, defensa del patrimonio comunal, etc., nos
sugieren estados de autoper-cepción lo suficientemente fuertes y coherentes
para articular mecanismos de defensa y respuesta a las agresiones, hayan sido
desde la administración hispana o provenientes desde la misma "república
de indios".
Como se ha visto, en Tacna es evidente la disociación de
intereses sean económicos, políticos e ideológicos dentro de la comunidad de
indios. Por un lado, la conformación de una elite indígena, que en menor o
mayor grado logran, a partir de solidaridades con autoridades hispanas
locales, articular espacios de poder que se alejaban tenden-cialmente de las
labores, deberes y funciones que eran vitales para la sobrevivencia del resto
de la población indígena. Por otro lado, tal distancia-miento provocó por
parte del común de indios diversas respuestas. Hemos podido evidenciar que la
molestia, la falta al deber, las quejas y el desamparo se materializaron
desde acusaciones legales hasta amenazas de dejar los ayllus en
busca de mejores expectativas en otros lugares. Lo que para unos eran de
trascendente importancia en la vida cotidiana el pago de tributo y la
integridad étnica, como lo eran la tierra y el agua, para otros se traducía
en puentes o cauces para el enriquecimiento y poder local.
Se logró además evidenciar cuan importante pudo haber sido
la relación comunidad-principal, este último como la autoridad étnica más
cercana a la cotidianidad de cada uno de los ayllus. Este
vital vínculo reciprocitario se vio desarticulado a partir de la ausencia de
un principal que respetara sus deberes y funciones frente a la comunidad. Tal
quiebre se agudizaría a través de la transgresión de sus atributos,
autoridad, a los límites y acuerdos, tácitos o explícitos, que imponía tal
reciprocidad. Sin embargo, el abuso de poder, el mal uso de privilegios, el
uso despótico de la autoridad conferida no pudieron lograrse sin el respaldo
de otras instancias de poder. Para el caso de Tacna, el conflicto entre los
linajes cacicales Ara y Quea es fundamental. Podríamos suponer que a partir
de la primera mitad del siglo XVIII tal conflicto ya estaba resuelto; sin
embargo, hay evidencias de que la descendencia Quea restó legitimidad al
derecho de los Ara en usar la vara cacical. En tal perspectiva, hemos
entendido los esfuerzos de la segunda persona Cipriano Julián Quelopana por
fortalecer su poderío económico e influencias en algunas autoridades
intermedias sean hispanas como étnicas. El cooptar adherentes en el común de
indios pudo haber sido otro de los tantos esfuerzos por legitimarse frente a
la comunidad, tal como lo habrían hecho sus ascendientes15.
A pesar de movernos en un espacio de especulaciones, es
lógico pensar que en una sociedad colonial profundamente jerarquizada, en
donde las reglas y normas del poderío económico ya han tenido sus años de
experiencia, cierta ambición de pertenecer al mundo de los privilegiados haya
abierto abismos entre el común de indios y sus autoridades étnicas. Las
ventajas de ubicarse en instancias de poder indígena, como pudo haber sido el
principal, segunda persona y el cacique, facilitaban también la cercanía a instancias
de poder hispano. En este sentido, la documentación es interesante y nos
evidencia tal proceso a partir de la articulación de microespacios de poder
local en donde tanto principales como la segunda persona del cacique fueron
vitales. Ciertas interrogantes se nos presentan respecto del rol del cacique
en estos procesos, ya que la documentación hasta el momento estudiada no nos
presenta los datos suficientes para saber el papel cumplido por estas
autoridades étnicas en tales redes locales de poder político y económico.
Hasta ahora, sólo manejamos información respecto de los conflictos de poder
entre Aras y Queas, siendo este pleito quizás un gatillante importante en la
articulación de alianzas, faccionalismos y solidaridades al interior del
Cacicazgo de Tacna, teniendo como consecuencia, el surgimiento de espacios de
conflictos hasta el momento estudiados.
Abreviaturas
A.J.A. Archivo Judicial de Arica.
A.N.A. Archivo Notarial de Arica
A.A.A. Archivo Administrativo de Arica.
Notas
1 Este trabajo forma
parte del proyecto FONDECYT N° 1960234 "Historia de los pueblos andinos
de Arica, Tarapacá y Atacama: Etnicidades y Conflictos Coloniales" del
que es investigador responsable Jorge Hidalgo Lehuedé.
2 Ver Wachtel (1973) en relación a los
procesos de desestructuración y expropiación de la propiedad indígena en
momentos de formación del mercado y estado colonial. En este mismo sentido
pero para periodos posteriores, ver Sempat (1982). Entendemos que cada uno de
estos ciclos conllevó un complejo de presiones y oportunidades que afectaron
las vidas de los pueblos andinos (Larson 1991: 454).
3 En este sentido fue
fundamental la orientación del texto de Thierry Saignes (1991). El autor pone
atención en lo importante de miradas más locales o microespaciales a procesos
que por lo general son tratados por la etnohistoria de manera muy global y
por consecuencia con conclusiones muy subjetivas. En este caso, Tacna aparece
como un espacio social, étnico y político que se distancia de lo
tradi-cionalmente dicho para el resto del Sur Andino. Esto se debe a las
especiales características del cacicazgo de Tacna, ubicado en un espacio
urbano costero que de hecho fue la capital del Corregimiento de Arica y a
otras razones, véase los textos de Luis Cavagnaro (1988, 1994), Jorge
Hidalgo, et al. (1997).
4 "Cacicazgo de
Tacna, Pleito e Informaciones, 1719", Archivo Nacional de Chile, ANA,
V.13, ff. 131 r-176r.
5 El orden presentado corresponde
debidamente a los respectivos días de la semana. Las mitas de agua para los
ocho ayllus se distribuían en cuatro días, desde el
miércoles hasta el sábado. Los lunes y martes habría correspondido a los
sectores altos del valle. En este sentido, y como aclaración, Pachia y
Miculla serían el mismo lugar o Pago, dato que nos ha revelado un documento
de 1805, en el cual se reclama por parte de Thomas Caqui unas viñas y tierras
ubicadas en el Pago de Pachia o Miculla. (A.J.A.-1805-leg. 24, p. 6, f. 15r)
6 En este caso la grafía
se ha respetado tal cual aparece en la documentación. La coincidencia entre
el nombre del principal (Humo) y el nombre del ayllu (Hume)
no acontece con el resto de los otros ayllus,siendo por
consecuencia un caso interesante del cual no poseemos antecedentes para
explicar tal nomenclatura. En otros documentos también aparecen las grafías Umo,
Lime.
7 El concepto se deriva
de la propuesta de John Murra (1975) de Control vertical de un máximo de
pisos ecológicos. Numerosos otros autores se han preocupado de estudiar otros
modelos de complementariedad económica en los Andes, destacándose Frank
Salomon (1985) que contiene una síntesis de esos aspectos. Para el área de
Arica véase Durston e Hidalgo (1997), Hidalgo et al. (1988,1991), Platt
(1975), Mujicaet al. (1983).
8 Para los autores Glave
y Remy, los cacicazgos nunca fueron ejercidos por una sola persona, si bien
era uno el cacique principal, siempre a su lado figuraba otro, que si la
práctica lo validaba, sería el sucesor del cacique principal. La sucesión
tenía un criterio práctico junto con el de parentesco, el sucesor debía
demostrar en el cogobierno que era capaz de suceder al jefe. (Glave-Remy
1983; 12-13) Para el caso de Tacna, Quelopana utilizó estos mismos argumentos
al momento de legitimar su sucesión al cargo de cacique, aunque, como
veremos, frente a la comunidad de indios y al linaje Ara a través del siglo
XVIII encontrará una clara oposición. En tiempos prehispánicos el criterio de
"habilidad" del candidato era por lo general lo fundamental, junto
con el apoyo de su grupo de parentesco, véase: Rostworowski (1983).
10 Interesantes en este
punto son las ideas desarrolladas por Tierre Saignes en su estudio sobre
Borracheras Andinas. Reflexiones en torno a la embriaguez y sociabilidad,
fiesta y memoria colectiva en el mundo andino son fundamentales al momento de
contextualizar las figuras sociales complejas de principales y autoridades
indígenas de mayor rango (Saignes 1993).
11 Fundamental es esta
idea de "economía moral" trabajada por el autor en referencia a
temas como tradición, costumbre y derechos y cómo se construyen los discursos
y formas de defensa y legitimación ante una autoridad centralizada y
hegemónica. Por otro lado, también es un concepto que recoge y trabaja Larson
para el mundo andino.
12 La idea de
"orden justo" trabajada también por Saignes (1991, 121) implica
además la utilización por parte de la comunidad de métodos legales en la
búsqueda de justicia. Charles Walker (1991, 139) entiende que el uso del
sistema legal al momento de ejecutar una protesta o queja por parte de la
comunidad en contra de sus autoridades étnicas o hispanas significaría de
alguna forma la defensa de su autonomía política en el régimen colonial, en
este caso en relación a la compleja y heterogénea articulación de poderes
locales tacneños. En este sentido, la justicia se vincula directamente a los
niveles de tolerancia experimentados por la comunidad. Al parecer cuando
ciertos acuerdos tácitos o explícitos entre la comunidad y las autoridades
indígenas son transgredidos en extremo cau sando graves daños a la integridad
y tradición comunitaria, las quejas o acusaciones no se harían esperar.
13 Recojo en este
sentido algunas de las reflexiones e investigaciones de Alan Durston, quien,
antes de mis investigaciones y acercamiento al tema, había estado trabajando
la zona y la temática planteada en este artículo.
14 "El destino
colonial de los ayllus surandinos está así marcado por una
notable erosión diferencial de los vínculos étnicos y del control territorial
sobre sus recursos" (Saignes 1991, 117).
15 El caso más
elocuente sería lo suscitado en las quebradas de Pallagua, Caplina, Ancoma y
Toquela, en donde la comunidad del ayllo Silpay es
beneficiada en desmedro del resto de la población ubicada en los sectores
bajos del valle.
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Departamento de Antropología
18
Septiembre 2002, Casilla 6-D
Arica - Chile
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domingo, 17 de agosto de 2014
Tacna en el siglo XVIII
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