martes, 18 de junio de 2013

LA NARRATIVA RURAL ANDINA


http://efrainchoque.blogspot.com/2013/06/la-narrativa-rural-andina

Muy pronto se publicarà un libro de novelas cortas, escrito por un original narrador nacido en una bella comarca interandina  de Tacna: Quilahuani. El es Ruperto Villaca Cahuana, poco conocido entre nosotros, tan acostumbrados a la cuentística citadina urbana. Nosotros ofrecimos unas líneas sintetizadoras de su obra, en un libro que versarà sobre la historia de Quilahuani (2013). A continuación va la presentación escrita por el maestro en estas lides:  Santos Conde Lucero. (Efraín Choque Alanoca)
PRESENTACIÓN
Santos Conde Lucero
El cuento, el relato y la novela ofrecen secuencias de imágenes cohesionadas e invitan a los lectores a participar como espectadores de una película. En ellas el  autor muestra una serie de hechos ocurridos en otros tiempos, distintos al que se vive y, para lograr los efectos, focaliza los episodios más importantes de la historia, se esmera en construir cuidadosamente la escena para cada suceso del relato y una escena se compone de marco, atmósfera y acción. Estas son las propiedades de la presente obra que me honro en presentar y que lleva por título “Tunas con cuajada y Dos más y me quito”. En realidad, su autor recrea dos historias narradas con un lenguaje ameno que atrapa fácilmente al lector, desde un comienzo hasta el final y sirve de foco el escenario, nuevo en nuestra literatura local, y se llama Quilahuani.

Al propósito de la ciudad, acostumbrada a la poesía, desde comienzos del siglo XXI, han surgido voces clarísimas y, no son poetas, sino narradores, que, particularmente, indagan la urbe, desde entonces,  el  fenómeno se extiende, vale decir, la literatura en el género narrativo va en aumento, no sólo en número, sino también en calidad y temática. Con esta nueva publicación, se suma la narrativa rural y que hacía falta.

Tunas con cuajada está conformada por nueve textos, cada uno linealmente organizados: El retorno, El pueblo, la campiña y un intruso, Las fiestas en la plaza y tunas con cuajada, San Wuachucho, Sangre de cóndor, Fútbol macho, Apuesta mortal, La laguna y los ríos, y La despedida. Los hechos surgen a partir de un recuerdo que experimenta el protagonista principal y, en cada caso, el autor trabaja las voces del narrador y resulta un discurso fluido y ameno, a ratos irónico.

La figura principal de la historia es Rogelio, quien ya adulto retorna de la capital, en busca de lo que más quiere, y descubre que en su tierra natal todo ha cambiado. Nadie le reconoce. El recuerdo de su niñez aumenta, al enterarse que la madre ya murió. Sólo quedaban las ruinas de su casa. Fustigado por la soledad y el abandono, decide recorrer, por última vez,  las rutas de su aventura infantil. Cada rincón de la campiña, desde entonces, será motivo de la historia que recrea. El protagonista narra esos recuerdos imborrables. Hasta que, finalmente, concluido el recorrido, tenga que resignarse y retornar a la capital. El ciclo de la aventura termina con La despedida.

La vida de Rogelio está marcada por dos momentos bien definidos. La niñez que transcurre en un ambiente apacible, aunque sólo con el afecto maternal, a falta de la figura paterna. Luego la adultez  que es el otro y transcurre en un ambiente hostil y agitado como es Lima. Vale la pena el hecho, pues el autor resalta la vida de un provinciano que, sin saber porqué, sufrió la separación de su madre y, pese a los años, no la olvida, siguió guardando en su memoria al ser que más quiso y al lugar que más quiere: la madre, por un lado y, por otro, la campiña que lo vio nacer, dos motivos suficientes que hacen del protagonista un migrante nostálgico, pero que está dispuesto a reencontrase con los suyos, hasta aliviar su soledad, lamentablemente, sin lograrlo.

Dos más y me quito consta de once partes, esta vez, el autor ensaya textos sin títulos, pero que aparecen secuencialmente organizados. La historia amorosa se teje en torno a la figura de Andrés, confinado a la bebida porque perdió a Isabel, a causa de la leva. Este protagonista aprendió a convivir y a tener extraños encuentros con “la cabeza voladora”. El confidente de estos sucesos era Juanito,  quien hace una clara alusión al autor y su entorno familiar.

La historia que cuenta el protagonista es fluida, al igual que en el texto anterior, notamos facilidad en cuanto al manejo de las voces en el discurso, tanto Juanito como Andrés narran, con mucha naturalidad los sucesos costumbristas, los viajes, algunas anécdotas, la leva, las peripecias militares, los encuentros familiares, los líos, finalmente, completa el círculo, la tragedia. Todos estos hechos se desarrollan en un ambiente extraño, mágico y al mismo tiempo tan real y se llama Quilahuani.

Auguramos mayores logros a este nuevo narrador que irrumpe en la literatura con una forma tan natural de representar los sucesos, quien, aún siendo irreales algunos episodios, logra dar vida y credibilidad, y es en ese ejercicio que radica el arte. Para el efecto, una buena lectura es inevitable y así es cómo se asimilan las experiencias de los expertos, y de paso, ayudan a los propósitos, así como a proyectarse un ideal estético. No comparto tanto el de “cultileído”, el problema es de “código”, de “cultura”, como bien lo precisa Umberto Eco, en todo caso, también es válido la explicación de  Jacques Fontanille, “El mundo es un signo, el hombre es un signo, parafraseando a Peirce, pero ese sentido difundido en nuestro medio y en nosotros mismos sólo da lugar a una significación si está actualizado por un discurso, es decir, por un acto de comunicación”. Estimado Ruperto, como puedes comprobar, lo que ofreces al lector es ese discurso, ese acto comunicativo, sólo conocido y sentido por Ud. Ofreces a tus lectores lo que sabes, lo que conoces, probablemente, los “cultileídos” no quieran entender ese mundo rural, ese espacio nuevo con sus actantes que intentas representar y naturalmente se revelan tal como son. Para mí, vale. Termino señalando que no existe formación profesional para escritores. Imagínese si habría universidades para formar poetas. El impulso radica en uno. Sólo se necesita, primero, leer y, segundo, leer. García Márquez dice “nadie enseña a escribir, salvo los buenos libros”. Otro hecho que se confunde es que leer significa únicamente devorar páginas y páginas. No es así. José Israel Blanco precisa, “no solamente se leen los libros sino también las imágenes, los objetos, las señales y hasta el silencio”. Aún más, también se lee el libro de la naturaleza, el paisaje, los fenómenos naturales, las situaciones cambiantes que se ve, a veces somos partícipes directos. Sólo que unos prefieren la lectura de páginas y descuidan la naturaleza; otros prefieren la lectura de la naturaleza y descuidan las páginas. Sin estas lecturas no hablaríamos de cultura. Notamos que en su formación, aunque consciente o inconscientemente, han sido decisivos las lecturas bíblicas, alguna idea de los clásicos como el Quijote y la Ilíada. No estaría demás volverlos a leer, sólo por cuestiones de estilo y de normativa.

Ruperto es ingeniero de profesión, egresado de la Universidad Nacional Jorge Basadre Grohmann. Ejerce la labor de docente, situación que le permitió participar en un concurso nacional de novela corta,  promovido por la Derrama Magisterial y ha logrado el tercer premio en ese  género, lo cual, desde ya, amerita un sitial en el campo de la narrativa local. Amigo Ruperto, estamos seguros, que sigue invirtiendo su tiempo, no sólo en la enseñanza, sino también en el persistente trabajo de la creación. Así es el oficio. Mi sincera felicitación por el trabajo.

Finalmente, invito al público lector a conocer la historia de Rogelio, la vivencia de Juanito y su tío Andrés y de otros protagonistas de la novela que, de seguro, aún, deben andar sueltos por la campiña de Quilahuani,  esperando que Ruperto los recree para que los episodios nos sigan cautivando  con su gracia, con su ingenuidad o con su sabiduría.


Tacna, mayo de 2013.

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